¿Estás pasando por un duelo?
¿Cómo puedo ayudarle?
Colaboración | Jorge Álvarez| Psicólogo Clínico
“Mi dolor es pequeño,
pero aun así bendigo este dolor,
que es como no soñar después de un sueño,
o es como abrir un libro y encontrar una flor.
Déjame que bendiga
mi pequeño dolor,
que no sabe crecer como la espiga,
porque la espiga crece sin amor.
Y déjame cuidar como una rosa
este dolor que nace porque sí,
este dolor pequeño, que es la única cosa
que me queda de ti.”
Jose Ángel Buesa
Todos en algún momento de nuestra vida hemos perdido a alguien o algo que pudiera ser muy preciado para nosotros. Desde ese objeto que estuvo cargado de valor sentimental, pasando por algo inmaterial como un trabajo o un sueño, hasta el fin de una larga relación de pareja, la separación de un gran amigo que ha emigrado, o un ser amado que ha fallecido. Todas estas son pérdidas importantes que pueden desencadenar un proceso de duelo.
¿Qué es un duelo?
La palabra tiene origen griego y significa “dolor”, lo que nos hace destacar una de las primeras características que va a tener y es que transitarlo, efectivamente, duele. Al definirlo formalmente destacamos que el duelo es un evento esperado que sigue a cualquier pérdida, lo que implica que:
- Es normal: Todos hemos atravesado una pérdida en algún momento e incluso se sabe que los animales son capaces de sentir dolor por la pérdida. Tu dolor, tu tristeza, tu confusión y el mar de emociones que puedes sentir son normales.
- Es un proceso: También es esperado que esas emociones aparezcan con intensidad unos días, desaparezcan otros y luego regresen para acompañarte un tiempo más. Los duelos no tienen un tiempo prescrito y exacto sobre cuánto deben durar o cuánto debe doler una pérdida. Para cada persona será diferente, tendrá su propio ritmo. Hay duelos que incluso nos acompañarán toda la vida.
Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra suiza quien fuese una de las primeras personas en estudiar qué sucede durante un duelo, realizó un esfuerzo en definir las etapas que componen a este proceso. Hoy en día sabemos que “etapas” no es una palabra afortunada para describir lo que ocurre en el duelo: ni aparecen estas manifestaciones en orden, ni tienen principios y fin delimitados, ni son necesarias o exclusivas para procesar las pérdidas. Aun así, la autora describe estados mentales que con frecuencia aparecen y que nos pueden ayudar a entender al doliente. Estos “momentos” describen algunas de las cosas que las pérdidas provocan en nosotros, a veces mezcladas, a veces de manera cíclica, a veces más o menos intensas:
- Negación: Una pérdida, sobre todo si bajo circunstancias inesperadas o violentas, con frecuencia viene acompañada de una reacción de shock. La noticia nos produce una sensación de confusión y una dificultad para procesar el nuevo estado de las cosas. El distanciamiento emocional es una manifestación típica del shock.
- Ira: Perder a alguien/algo querido pudiera producir emociones de rabia. La persona pudiera sentir que hay una profunda injusticia e incluso pudiera sentir la necesidad de atribuir la culpa a algo o alguien.
- Negociación: El doliente, en su dificultad para adaptarse a la nueva realidad, trata de buscar formas de asegurarse que nada cambie.
- Depresión: Por supuesto, los sentimientos de tristeza y desesperanza están típicamente asociados a los duelos.
- Aceptación: La aceptación representa un reconocimiento de lo que se ha perdido, de su significado y del cambio que viene a partir del evento. La persona hace un esfuerzo por entender que las cosas no volverán a ser iguales, pero con ello se abre camino a crear nuevas formas de ser, amar y estar.
Cuando somos capaces de entender lo duro y retador que puede ser para alguien atravesar un duelo y cómo estas e incluso otras emociones, pensamientos y acciones tienen sentido dentro del marco de un duelo, nos hacemos personas más empáticas y mejores acompañantes.
También es importante entender qué cosas no son un duelo, ya que muchas son las ideas erróneas y que suelen transmitirse a través del boca a boca sobre lo que pensamos que es pasar por este proceso y que pudieran generarle mucho daño al doliente por no permitirle expresar adecuadamente su dolor:
- El duelo no es una enfermedad: A pesar de que pueda parecer un malestar muy intenso, el doliente no está enfermo.
- El duelo no es una depresión: Aunque los síntomas se parecen, corresponderá a un profesional de salud mental determinar si se trata o no de una depresión. Entre tanto, toca comprender empáticamente que todos sufrimos las pérdidas en mayor o menor medida y de nuestra forma particular.
Además, tenemos frases que por error pudiéramos decirle al doliente y que también son poco beneficiosas, cosas como:
- “El tiempo lo cura todo” dando a entender que el doliente no puede tomar decisiones sobre su proceso y que todo pasará por sí solo o que si no está del todo bien luego de algún tiempo algo va mal consigo mismo.
- “A él/ella no le gustaría que sufrieras” expresión que bloquea la posibilidad de comprender que el fallecido ya no puede sentir, ni sufrir y culpabiliza al doliente.
- “No lo pienses, que es peor” o “Tú lo que tienes que hacer es distraerte” lo cual, aun cuando el descanso es necesario para procesar emociones, no tiene en cuenta que pensar y hablar son acciones fundamentales en momentos como esos.
- “Hay que ser fuerte” implicando erróneamente que el dolor es símbolo de debilidad.
Si has sentido un malestar muy intenso durante una pérdida, no dejes de acudir a tus redes de apoyo, tus amistades, tu familia. Y si lo sientes necesario, consulta con un profesional de salud mental. No significa que eres más débil. Sólo significa que tendrás una persona más para acompañarte en un momento de ajustes difíciles e importantes.
Quien acompañe a la persona que sufre por una pérdida debe comprender que al doliente se le debe validar el sufrimiento que siente y de esta manera permitirle reflexionar y tomar una posición activa acompañada con decisiones que le permita transitar el duelo.